Mucha gente malvive como buenamente puede. En Barcelona ha vuelto el barraquismo donde se refugia la gente que nada o casi nada tiene. Según el Ayuntamiento de Barcelona, el primer trimestre de 2018 había una media de 536 personas viviendo en chabolas. Muchas de estas chabolas estaban junto a la Plaza de las Glorias y quienes allí vivían se dedicaban a vender lo que encontraban en la basura en lo que se ha calificado como “el mercado de la miseria”.
Hace unos días la guardia urbana destruyó sus chabolas y ahora no saben a dónde ir. Es una tragedia humanitaria en la que se entremezclan muchos factores.
Vista de una parte de las chabolas destruidas |
Quienes vivían en las chabolas junto a la Plaza de las Glorias de Barcelona ahora no saben a dónde ir. Así se expresa Eltok, un joven de 31 años que llevaba siete meses en el campamento: "no sé adónde iré. El albergue es como una cárcel, no quiero ir ahí. En este campamento no es que estuviéramos bien... Aquí había muchas ratas… pero…" . O como Florentina, de 49 años, que apenas llevaba dos meses y que se lamenta "ahora volveré a dormir en la calle".
Dormir aquí les garantizaba protección, especialmente por la noche: "esto es tranquilo, aquí no te roban. No hay problemas. Nadie hace ningún daño a nadie, dormimos y, durante el día, cada uno se busca su vida para comer", dice otro con frustración.
Para muchos chabolistas, además, dormir en los albergues municipales implica renunciar a la chatarra y a los objetos que recogen en la calle, el único modo de ganarse la vida. cada vez se ven más por toda barcelona, arrastrando carritos de supermercado y rebuscando en los contenedores. “Por un carro lleno de latón, cobre, hierro… te dan de seis a ocho euros", explica Hamid.
El mercado de la miseria con los productos recogidos de la basura |
Por
su parte, Alí, de 46 años, uno de los primeros en llegar, dice que
"recogiendo chatarra gano unos 400 o 500 euros y no puedo pagar 260 por
una habitación. Tengo los documentos en regla y he trabajado muchos años en la
construcción, pero a mi edad nadie me quiere contratar“.
En
cuanto a las chabolas, "el problema es que aquí no puedo lavarme; tampoco
hay luz", explica Achraf de 33 años. Su barraca, como todas, tenía una
tela de plástico por techo y sus paredes estaban hechas de retazos de puertas
viejas y de maderas de muebles abandonados. “Aquí hay ratas gigantes" que
se oyen durante la noche. Aunque no hacen nada, van a su rollo”..
"¿Lluvia? ¿Frío? No. Tampoco son un inconveniente"; "el problema
es la falta de agua". Para beber y lavarse, los chabolistas la sacaban de
la fuente. Como WC, "la mayoría utilizábamos un agujero grande en una
esquina", explica Alí resignado.
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